Un día la protagonista de este cuento se levanto tarde y como dormida se dirigió a sus pensamientos más íntimos, hizo repaso de sus sueños más tempranos y sus desilusiones más remotas.
En un balance desacostumbrado antes del mediodía, tomo todas sus pasiones (incluso las ocultas, aquellas que no hubiere confesado ni al objeto de su deseo) todas sus caídas y se lanzó sin expectativas de resultados a someterse a si misma al escrutinio de lo no evidente.
Quiso volver al último sueño donde caminaba por un paisaje salvaje y desconocido pero no por ello menos bello e intimo, donde poseía alas en los pies y vuelo en la imaginación, pero el paisaje se había transformado con la luz del sol y requería colores y ocasos no disponibles por la hora.
Escapista de la tristeza, maratonista de la vida, cualquier excusa que la retrajera del balance; como por obra de una fuerza invisible y temerariamente ajena; desaparecía volatilizada por el objetivo autoimpuesto.
Ya no tenía ganas de tomarse vacaciones de si misma así se lo propusiera, así que haciendo acopio de valor y aprovechando que su cuerpo se tomaba un recreo matutino comenzó nuevamente con el reconto de experiencias.
¿Quien le diría que con los años se sentiría más joven y feliz; que la decadencia paulatina del cuerpo no significaría la del alma, que animarse era recordarse que reconocerse era poder amar al otro plural?¿Quien le diría que no era necesario seguir el libreto prestablecido de antemano por si misma, que el cuento que se contó gran parte de su vida había sido de terror como la mayoría de los cuentos que le gustaron?
¿Quien le diría que un día al darse cuenta que ya no era niña, que perdidos los regalos de la infancia y la juventud podría ver todo con nuevos ojos, que ciertas cegueras que la habían guiado se detenían en el tiempo y el espacio para mostrarle que la realidad se construía paso a paso?.
Recorrió todos los parajes destruidos de lo que habían sido su infancia y adolescencia, limpio habitaciones que había sellado hace tiempo y personajes que el olvido había cubierto bajo su manto opaco.
Tomo todo aquello oscuro y negado que no quiso ver lo expuso, contabilizó, manipulo y acomodó, todo aquello que elegía ver siempre lo miró de reojo como en un repaso de lo evidente.
Sumó, restó, multiplicó, dividió, en fin hizo el trabajo que necesitaba con respecto a experiencias, luego siguió por las personas eran muchas pero el recuento de los resultados más fácil.
Llegó al resultado y si, otra vez le dio positivo, cuantas alegrías que empañaban tristezas, cuantas personas que le habían enseñado; muchas ya no estaban y otras quizás mañana no estarían, pero siempre tendría la esperanza que se extinguieran con ella.
Se supo tranquila, extrañamente calma pese a que nunca lo había sido y se dio cuenta quizás tarde, quizás a tiempo, que las pasiones siempre la habían salvado de sus lugares más oscuros.
Que se había conocido llena de energía, muchas veces opaca y destructiva, pero siempre avasalladora de si misma; y hoy se reconocía calma y apasionada por la vida y las oportunidades.
Retomó el curso de las actividades cotidianas y pudo respirar profundamente y dedicarse oportunamente a lo que había elegido siempre sin prisas pero sin pausas: a vivir, que más importante que eso?
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