jueves, 11 de julio de 2013

El anciano Palacio

En el palacio del Confín de los Días habían muchas puertas, cada una con un diferente color y altura. 
Estaban vedadas a quienes no tuvieran la apertura suficiente para poder ingresar con un deseo y salir con experiencia. 
El palacio, construido años atrás por reyes desaparecidos en sus pasillos, siempre tuvo ideas propias sobre su función en el Confín de los Días, basta un ejemplo: quien lo creo el rey John (para evitar herir susceptibilidades de sus descendientes es un nombre ficticio) tenía la idea que sólo los sabios podrían ingresar a disfrutar de sus convites, pero el palacio encontraba siempre la manera de ingresar algún loco, o un bufón y carcajadas se escuchaban entre los muros para molestia del señor. 
Su descendiente la reina Eluarda (nombre ficticio también) suponía que solo las personas con un acabado propósito podrían guarecerse en el, pero el palacio siempre apelaba a sus instintos y lograba entraran poetas y escritores, fantasiosas criaturas e idealistas. 
Este personaje de piel de piedra sabía exactamente lo que ocultaba el corazón de los hombres, entonces cuando alguien cruzaba sus muros sabía guiarlo con exactitud hacia la puerta deseada. 
A soñadores los introducía en un mundo de hechos, y a los racionales en un mundo de sueños, como el palacio era multicultural y cambiante muchas veces recibió magos y hadas y dejaba quienes tuvieran la voluntad y grandeza suficiente lo modificaran a voluntad solo con el uso de sus deseos mas íntimos. 
Llegó un día, hace miles de miles de años que el anciano palacio, modificado hasta el hartazgo por sus habitantes y cambiando su materialidad en espíritu, se abrió al mundo exterior dejó de ser un habitáculo gigante y se transformo en infinito. 
Cuenta la leyenda que en el Confín de los Días desde ese momento se hizo mas parecido a un cuento que a un país hecho y derecho: desde ese momento cada personaje que ingresa sin saber al lugar recibe una especie de enseñanza, el miedoso aprende a confrontarse con la realidad sin huir ni herir, el incauto comienza a aprender con las caídas que no se puede andar desprevenido, los charlatanes meditan sus palabras, el especulador aprende a hacer las cosas con el instinto y el alma. 
También comentan los cuentistas que hasta no aprenden su lección son atraídos una y otra vez a ese mundo y encuentran detrás de alguna pared ficticia una sucesión infinita de nuevas situaciones algunas parecidas a versiones vividas y otras totalmente diferentes, todas para ser resueltas por el invitado. 
Solo hay un caso excepcional: en la plena vigilia de los sueños, en el instante creador donde se invocan los sentimientos y las pasiones danzan a ritmos desenfrenados; el anciano palacio, hoy Confín de los Días permite a los que una vez ingresaron lograr la tan ansiada libertad.

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