sábado, 14 de diciembre de 2013

En el Bosque (Rumbos Torcidos. Parte Final)

fotografía Edgar Bartes

L
uego de la meditación y los ejercicios grupales Rafael le propone salir de excursión a las sierras para cenar a la luz de la luna.
Ale se siente emocionada, hace tiempo que no siente su piel en otra piel, ni mariposas en la boca del estómago.
Este hombre de mirada profunda y ojos oscuros la desarma, la vulnera, se siente desnuda ante el incluso con ropa, hasta sus pensamientos son explotados en minúsculas partículas cuando habla con el.
Elegido el lugar al cual van en vehículo, Rafael tiende una manta para colocar los alimentos y el vino.
Pese a tener el estómago cerrado de tanta revolución no puede dejar de admirar su elección en quesos y el vino, siente que ese Malbec que eligió Rafael, y que nunca saboreó antes, tiene un sabor frutado y penetrante y que el sabroso líquido va anticipando los lugares en su mente que Rafael incursionará.
La bebida, sabrosa e invasiva de su boca anticipa el beso que le sigue, y a ese beso lo sigue una multitud de besos que la recorren desde el cuello hasta el nacimiento de sus caderas.
A los besos lentos y cadenciosos; epílogo del vino que tomó; lo siguen sus dedos precisos, minuciosos, desequilibrantes.
Alejandra siente que le explota la piel de urgencia y quiere mas y mas de el, y lo tiene cuando se lo ruega.
Parece que sigue leyéndole el pensamiento y las ganas, parece que este hombre casi desconocido sabe todo de ella y se anticipa incluso a sus deseos mas íntimos.
Todo es caricia y ternura cuando la hora del gozo termina, Ale ya no siente los prejuicios a los que una vez sometió su mente pensando en Rafael.
Mientras se relaja contemplando las estrellas, un aroma penetrante invade la estancia, parece que llegara de todos lados y fuera inevitable.
Le consulta a su compañero si lo siente - de que olor me hablás Ale?  parece que el vino te hubiera caído mal -le dice sonriéndose con ternura y sorpresa.
Decide dejar de pensar en ese olor casi animal, hormonal que los rodea, y seguir contemplando el cielo apoyada en su pecho.
Nuevos besos en el cuello anticipan otro nuevo encuentro y Ale se sorprende; aunque casi no puede concentrarse en el afuera siente que el olor raro y venenoso que los invadió hace instantes no para de crecer y crecer.
Cuando va sintiendo su lengua sobre el borde de la nuca y el cuello el dolor la paraliza, quiere hablar pero ni el aire acude a su auxilio, le parece que Rafael fue violento y la muerde con alevosía, trata de luchar contra ese malestar y lo siente decir - Ale no te resistas, no es el vino es el veneno que circula por tu cuerpo y te inoculé con el mío, pronto pasaras a formar parte de mi-
Cree escuchar eso mientras se le nubla la mente, y el recuerdo borroso de la gitana acude a su memoria, sobre la línea del que muere y resucita pero no puede pensar más.
Su última imagen es la cara de Mariano preocupado por su prima Celeste, y unos ojos rojos penetrantes que la devoran sin piedad.
Sabemos que la buscaron por las sierras a insistencia de Mariano pero no la encontraron, ni siquiera un hueso quedó del festín.
Dicen aquellos que guardan en su memoria las leyendas de esta tierra, que tenemos todavía una especie de hombres antiguos emparentados con algún animal extinguido, que luego del amor se comen a sus parejas tal como lo hace la mantis religiosa en este caso versión masculina.
También dicen que poseen un aroma particularísimo antes del apareamiento y que seduce a sus víctimas, las cuales no pueden escapar a su voraz apetito.

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