miércoles, 4 de septiembre de 2013

Rumbos torcidos


Recién levantada con ojeras y un dolor en todo el cuerpo como si hubiera trasnochado: las sienes latiendo y con resaca.
-Que noche de mierda- dice en voz alta aunque podría haberlo pensado.
Supone que hoy será de esos días que, sin motivo aparente, terminan siendo malos.
Todavía recuerda el día en el que se decidió a dejar el todo por el todo, abandonó primero su novio, dejó su trabajo, y hasta un par de amigas se alejaron como consecuencia de sus cambios de hábitos.
Venía todo francamente en armonía y en alza, conoció personas nuevas, francamente interesantes, otras que parecían una cosa y el realidad eran otra, pero mucha novedad de pronto, mucho movimiento externo e interno.
Quizás había llegado la hora de detenerse y pensar que era lo que realmente necesitaba, hacer la famosa listita de lo que era debe y haber y empezar a sacar del debe elementos, perdonar y perdonarse así salir adelante con saldo a favor o al menos saldo cero.
Aunque seguramente si la hacía ahora tendría saldo negativo, no andaba de buen humor.
Se dirige por la tarde a un encuentro con sus compañeros del taller literario, cada uno preocupado por su propia temática, muchos usando sus celulares mientras el otro habla, en fin, nada interesante para comunicar ni comunicarse.
Antes de salir, uno de sus compañeros la invita el fin de semana  a ir un encuentro de Yoga
 –No puedo ir, pero a vos te va a hacer bien dejar de ocupar tu mente y poner el foco en otra cosa- argumenta.
¿Tan mala cara tendré que me ofrecen soluciones a problemas que no tengo? Le fastidia que le impongan algo pero tiene ganas de despejarse en las sierras, donde se realiza el encuentro.
Lo pasa bien -Seguramente hace bien detenerse y respirar profundo, saber que somos algo más que un cuerpo y una mente- sale esperanzada que todos sus cambios se dieron por algún motivo.
A la salida del encuentro le toma la mano una gitana –Niña por quince pesos te leo la suerte- y no la deja escapar  a pesar de que trata de hacerlo.
-Dígame sólo si voy a tener suerte en el amor o dinero, si me va a contar otras cosas no me interesa- suspira, y le entrega el dinero.
La gitana empieza  a hablar, todo lo que le dice parece extraído del horóscopo del domingo, resopla queriéndole poner fin al asunto.
-Querida, usted acá tiene una línea rara, como la de la gente que muere y resucita-
-¿y eso es bueno o malo?- pregunta, aunque todavía no se lo termina de creer
-Es raro, pero de la lado de tu muerte y nacimiento sale un hombre morocho de ojos azules, como un enviado del destino que cambia tu fortuna- y cuando termina le escupe la mano.
- Es para la buenaventura- argumenta la gitana mientras se marcha  apresurada.
No sabe si vomitar, putearla o seguir de largo, opta por limpiarse con un pañuelo y entra a una librería esotérica del lugar pidiendo entrar a lavarse las manos.
Cuando sale de la misma, los dueños eran francamente amables y considerados, se choca contra alguien que insinúa una disculpa.
Lo mira unos ojos azules le taladran el cerebro y recuerda la gitana.
-Ya se, te conozco del curso de Yoga, no? me parecía… ¿venís al segundo encuentro el mes que viene?- aclara la voz y pone una cara de interesado que no termina de convencerla.
-No presté atención a la fecha, pero en face seguro me la recuerdan, puede que si- arguye sin muchas ganas de dar explicaciones a un desconocido, así tenga unos ojos hermosos y una sonrisa que parte la tierra.
-Agendame  como contacto y te aviso yo si no lo publican-  manifiesta quien, luego de pasarle sus datos, descubre se llama Rafael.
No sabe porque pero hay algo de esta persona que le causa inquietud, un aire entre misterioso y peligroso, se despide agradeciendo su intervención, pero duda si tomó una buena decisión.
No sabe si son las palabras de la gitana, o que últimamente está susceptible; pero tiene la sensación que esta historia recién empieza. 

En el Bar

                                               

Planificó el encuentro de muchas formas diferentes:  se imaginó con botas altas y seductoramente arreglada, pensó hasta en detalle en la ropa interior que usaría esa noche.
Se planchó el pelo, se puso la ropa justa que resaltara sus virtudes, a esta edad las conocía de memoria, y ocultara sus defectos.
Estaba cansada de ser siempre seria, de arrepentirse cuando aceptaba un chiste subido de tono o  avergonzarse cuando le seguía el juego (hasta cierto punto) a alguno de sus amigos varones.
Luego tomó la decisión de ir vestida de forma más natural ¿porque mostrar lo mejor de si físicamente si en teoría le gustaba por sus ideas?
Se cambió de nuevo, se sacó parte del maquillaje (seguramente antes parecía un híbrido entre gato y chica sexy) se quitó las botas altas, se sacó la pollera corta y aunque mirándose con espíritu crítico sabía que no estaba mal, reconocía que podía estar mucho mejor.
Imaginó mil conversaciones atrapantes mientras caminaba las cuadras que la separaban de su destino final, un Bar al cual estaba acostumbrada a ir con sus amigas, y si la conquista del momento se ponía pesado no le quedaba tan lejos de su casa.
Antes de entrar, por si acaso, dio vueltas mirando hacia el interior del mismo para ver si Manuel había llegado.
Llegó en punto como siempre, pero estaba acostumbrada a la demora de sus amigas, y como los hombres venían cada vez más femeninos, seguramente en arreglarse tardaba más que ella.
Siguió mirando y mirando, no había nadie que se pareciera al chico de la foto de face, hasta llegó el momento de arrepentirse de no haber usado skype para ver si la foto era real.
El mozo que venía de afuera la hizo pasar ¿Qué hacía esperando afuera con el frío que hacía? le preguntó.
Luego de 20 minutos de espera, y cansada de hacerse la tonta mirando el celular como si fuera a salir de la pantalla el imbécil que la había dejado plantada, decide irse.
Otra vez el mozo de costumbre la interrumpe, y le comenta que el encargado del Bar la invita a tomarse un trago en la barra ya que sus amigas seguramente se demoraron.
Se acerca con vergüenza y disimulo; una cosa es ir siempre y charlar un rato, otra sentarse como una loca en la barra del bar tomando sola, piensa mientras la indignación casi la hace llorar.
Cuando termina el segundo trago, el barman siempre preparaba unos tragos que la dejaban sin aliento, se dispone a irse.
En ese momento siente que un brazo fuerte la detiene pese a sus intentos de salir
 - no se que te pasa- le dice quien la invitó el trago- pero ya que tengo la oportunidad de que no estés rodeada de amigas … ¿no me dedicas unos minutos? hace más de un año que quiero charlar con vos- aduce como justificativo.
Se siente avergonzada, muchas veces le miró esos ojos grises y esa sonrisa tímida, pero se hizo francamente la tonta, ya que nunca observó respuesta de su parte.
-Claro, como no- contesta con timidez mientras agradece secretamente a Manuel ser un cagón que le brindó la oportunidad de conocer a quien realmente le interesa.

carta a ti de mi nueva yo

Te miro, sonrío, espero tu respuesta.

Se que me sobran palabras y que tengo todas las respuestas; se también que suena petulante y orgulloso decir lo que digo, pero contigo no me importa.
No me importa que pienses que digo demasiado, que me expongo demasiado.
No me importa que pienses que debería cuidarme, que debería ser algo más que un espejo para ti, o nada menos que lo que soy: transparente hasta lo tormentoso.
Advierto tras tu silencio que no te gustó verte reflejar tus miedos en mí, que lo que te pareció un día apertura, luego te pareció hostilidad.
Que lo que te pareció amistad, un día te pareció reclamo.
Que navegamos bajo el mismo cielo, aunque nos separen kilómetros, y que así tengamos sólo 5 milímetros de por medio entre nosotros, a veces se hunden mis palabas en un mar de malentendidos y otras naufragan mis ideas en la indiferencia.
Sé que somos diferentes, sé que a veces se te antoja audacia mi nueva locura, y que otras se te antoja peligro que me llame libertad.
Sé que a veces entiendo entre letras que te molesto, cuando solo quieres contemplarme, y que otras supongo distancia cuando solo quieres espacio.
Camino, respiro, me estremezco; suspiro interpreto, me complico nuevamente.
Te cuento que es nuevo para mí este sinsentido de no pensar, de no guiarme sólo por las matemáticas ni por la lógica.
Quizás te parezca estúpido que lo aclare, pero nunca antes acudí a mis instintos, ni a mis sentires, todo lo comandaba el hemisferio izquierdo y la emoción, cuando la necesitaba, acudía a caudales inundando el basto paraje de mi vida; sin detenerse arrasando con todo y con todos, mojando desde el alma la ciudad.
Ahora mis emociones no dejan de ser profundas, no dejo de ser el mar tormentoso bajo esta apariencia de lacustridad, pero incluso el mar tiene sus ciclos comprensibles, y ya me comprendo, ya no arraso, ya no temo a lo que siento, solo lo hago y dejo que mis mareas no se aten a tus sentires ni a los de nadie.
Me siento completa conmigo misma, me siento colmada en  muchos sentidos, lo mismo elijo complicarme contigo.
Lo mismo elijo mostrarte lo que soy pese a tus miedos y a tus evasiones, pero las respuestas ya no me afectan como lo hubiesen hecho antes.
Me gustaría contarte más de mi, me gustaría abrirte el pequeño resquicio del alma que todavía no tuve tiempo de mostrarte, mis pasiones, mis arrebatos, aquellos que surgen de la calma pero que devoran y someten.
Todo aquello que inspiras moviendo cimientos que creía pacíficamente en reposo, todo aquello que solo admito en mis sueños cuando sueño que nuestros contactos rompen muros y distancias y nuestros besos comunican más que efímeras palabras.
En fin, se que me temes, se que en mi interior mi vieja yo te temería, pero ahora sólo aguardo que me tomes, me entiendas, me devores y sólo veas algo más que la finitud del tiempo y la magnitud de la distancia en mi.