miércoles, 29 de enero de 2014

A dos voces (capítulo III)

Fotografía Edgar Bartés
Hoy voy a hacer un descargo a mi favor, reclamando el uso en mi contra de la palabra tirana, ese adjetivo cargado de connotaciones negativas que se me impuso olvidando todo aquello que una vez le ayudó a sobrevivir.
Hoy voy a contarles mi versión, el porqué de mi existencia precaria actual, y el porqué de mi presencia permanente anterior en la vida de la protagonista, de la cual sigo siendo parte, no una mera visita indeseada.
¿Acaso la desagradecida no recuerda, que gracias a mi salió de un mundo de desprotección y tristeza?.Les cuento que podría haberse tratado de una soñadora empedernida si no la hubiera sacado de su ensueño, siempre vivió entre libros y mundos paralelos, siempre anhelando no estar donde estaba, siempre imaginando alternativas poco creíbles a su realidad.
Siempre jugando de niña a ser varias, de adolescente a meterse en un libro y no salir, de adulta a imaginar e imaginar y abstraerse de la realidad.
En su infancia leyendo libros de terror espantosos y horripilantes como para cotejar que su interior podía ser luminoso en comparación, y luego contradiciéndose en lo material escribiendo cuentos escalofriantes y oscuros.
Niña soñadora, adolescente frustrada, tímida hasta el dolor, inmersa luego en pozos insondables y líquidos.
Melancólica, evasiva de la realidad, dotada solamente de una imaginación prodigiosa y ganas de volar más allá.
Salvada de la muerte por milagro muchas veces, otras gracias a mí, porque diga lo que diga siempre la guie por el camino correcto y luminoso pese a ella misma.
La salvé de las fobias sociales, la salvé de la soledad y la inconstancia.
La guie para poder estudiar y terminar algo por primera vez, haciéndole saltar obstáculos como su miedo a hablar en público.
La guie para mantener durante muchos años una relación, ella la inconstante hubiera tirado todo por la borda los primeros meses, le enseñé a negociar y negociarse, a ceder y brindarse.
La mantuve por la senda correcta de la estabilidad material, y mucho de lo que hoy tiene es gracias a esas elecciones tomadas basadas en mi criterio.
Como dije fui más guía que tirana.
Ahora amparada por una visión que ella llama holística y positiva de su accionar me llama tirana, olvidando todo aquello que consiguió gracias a mí.
Me fue desplazando un día de su vida, quiso hacerlo lentamente, empezó siguiendo las inaudibles voces de lo que ella llama su corazón.
Eligió la soledad y el autoconocimiento como lo llama, pese a que a algunas veces se siente desamparada en el mundo y recuerda con anhelo que una vez amó desde el dolor hasta la pareja.
Soltó todo aquello que consideraba un lastre en su vida, soltó amores y ocupaciones, soltó una imagen responsable, estable y certera construida durante toda una vida de sacrificio.
Volvió a escribir, habla todo el tiempo del desapego (no sé dónde estaría si realmente ejerciera el desapego, sigue siendo una presencia incuestionable en todos sus afectos, así no lo sean para ella)
Según ella aprendió a volar y es feliz.
Sigo sin entender a que llama volar si no suele usar drogas y solamente dos veces estuvo en el aire materialmente.
Sigo sin entender de que le sirve esa nueva concepción del amor que elige de ser una con el todo y no exigir ni exigirse más que escuchar su corazón (mientras tanto la muy imaginativa sigue sola).
Creo que voy a tener que hacer un paseo más invasivo por su vida, aprovechando esos momentos medio grises que tiene, donde quiere un apoyo, donde tiene miedo del mañana y se olvida del hoy, donde se cuestiona hasta donde llegó y porque tomó ciertas decisiones, para salvarla una vez más de sí misma.

viernes, 10 de enero de 2014

A dos voces (capítulo II)

Fotografía Edgar Bartes

Hoy la tirana se presentó de visita, apareció bajo la forma de una amiga que tiene mucho compartido en el pasado, y  de presencia contradictoria en el presente.
Su amiga tiene otras vivencias que la alejan de su empatía, muchos dolores por resolver, mucho para soltar que cree deber analizar y re-analizar como en un simposio de matemáticas para lograr la fórmula exacta, o quizás la óptima para lograr la felicidad.

De nada sirve contarle las maneras en como desaparecer los miedos, ni la facilidad de amar sin esperar algún resultado a cambio.
Como tampoco le hubiese servido a ella, estima, así llegara de un maestro más objetivo, cualquier enseñanza para la cual no estuviera abierta o preparada.
Luego de discutir varias horas en forma desgastante sobre formas de atravesar el dolor y abrirse camino en la libertad se da cuenta que mucho tiene que aprender.
¿Por qué esa necesidad a veces arbitraria, a veces impulsiva, de tratar de explicar y explicarse a los otros?
¿Por qué ese anhelo de exposición de su yo, puro ego, si los avances no se pueden medir desde el corazón, ni éste lo exige?
Se plantea esto en la oscuridad de la habitación, ya previo al sueño reparador de realidades y apegos.
Se da cuenta que no está tan relajada como parece, ni tan cercana quizás al camino a su yo más íntimo y vivencial como lo supuso.
Cuesta acomodarse a este cúmulo de contradicciones que la tiene como protagonista a querer explicarse todo a sí misma como su antigua yo, la estructurada, y dejar que las cosas sigan su curso.
Cuesta acomodarse a esta soledad un poco autoimpuesta, la libertad tiene sus consecuencias, a este dejar de ser la novia de, pareja de, compañera de, para ser espíritu errante en busca del camino a sí misma .
Cuesta mucho encontrarse cuando a veces quiere simplemente olvidarse de sí y de los demás y ser sólo amor, sólo deseo.
Todavía la ata parte de la tirana a la objetividad de conocerse diferente y no aceptar compañeros momentáneos que no le permitan evolución.
Aunque sabe que la evolución llega de las almas más insospechadas (en el camino a la libertad hizo incursiones en otro paisaje humano por el hecho de sentirse viva y volar en la aventura) sigue atándose a su imagen de sólo actuar por el más puro amor, cuando debería ser al fluir de los sentimientos contradictorios. 
Mientras separa mentalmente sus avances y sus retrocesos, advierte que todavía sigue viendo la luz al final del túnel. 
Advierte que debe ser más sentir y menos pensar pero las adicciones son difíciles de dejar así uno cambie.
Sonríe en forma esperanzada, reflexionar sobre sí misma y no sobre las cotidianidades materiales seguramente es un avance.
Sentir que nada ni nadie podrá alejarla de lo que es la libertad del corazón también lo es.
Conocer gente diferente que seguramente la hará evolucionar desde el contacto claramente es ir hacia la luz, antes evasiva, hoy presente.
Todos tenemos días grises, resulta finalmente que no es un día gris, resulta finalmente que a veces los violetas son menos claros y luminosos pero siguen estando. 
Se duerme tranquila y desapegada de todo y de todos.